Primera Parte: Un simple granjero.

Primera parte: Un simple granjero

Hacia mucho, mucho tiempo, en un lugar lejano en tiempo, pero real como tu o como yo existía una aldea llamada Pan Do. Esa aldea era un refugio que había en Orinoco en el imperio de Smidur. ¿Y porque refugio? Porque según cuenta la historia un barco hace mucho, mucho tiempo mas había caído en la isla de los perros, barco habitado por un príncipe panda y su corte. El príncipe Pan Do vio de tal belleza el lugar y de tal paz que deseo no volver nunca mas a sus tierras siempre llenas de intriga y guerras, así que se quedó allí con sus sirvientes y cortesanos fundando el gran pueblo de Pan Do. Ese pueblo era principalmente un monasterio muy grande de monjes y de agricultores. A pesar de haberse aislado de su tierra natal conservaron su idioma, sus costumbres y sus fechas, en esa tierra idílica de paz y amor nació Kwon. Kwon, según su descendencia había nacido para agricultor y no mas, pero fuera por su gran curiosidad la cual los monjes lo aceptaron como ayudante en el monasterio y allí serbia en sus jardines y en muchas tareas mas. Era pequeño, ocho años cuando imitando a los estudiantes un profesor, el profesor Chen decidió adoptarlo como discípulo, con este aprendió caligrafía, las arte de Pan Ku, el arte marcial del templo, el arte milenario de la cocina y de identificar hierbas propia de la cocina y de hacer tintas. Y así, cumpliendo once años fue cuando unos extranjeros llegaron a su aldea y a su vida cambiando su destino.

La isla de todos los perros, Orinoco, en ella, habitaban muchas razas diferentes, hasta lampiños y a veces revisaba visitas de todas partes del mundo hasta del gran desierto del este. El gran desierto del este era un lugar apartado de todo Smidur habitado por serpientes y lagartos, esa era la raza de los Draconianos. Un día mientras Qwon estaba buscando sus hierbas en los bosques cercanos al pueblo vio como un barco de metal que le recordaba a una rueda de carro bajaba del cielo, este muy curioso se acerco a ver quienes eran los que había en esa extraña embarcación y vio que una quilla se abrió por el costado y bajaron unos lampiños muy altos para ser lampiños, rubios de claros ojos celestes de largos pelos y de extrañas ropas de ceda, pero esto no era lo mas extraño de todo, sino era que en vez de seis dedos tenían cinco. Al ver al pequeño Qwon se acerco el mas alto de ellos, que eran tres y le dijo.

  • Hola pequeño, soy Ashtar, no te asustes vine en paz.
  • No estoy asustado señor.- Le dijo tranquilamente.-
  • ¿En que lugar estamos? – Pregunto Ashtar con un rostro lleno de paz y sabiduría.
  • Están en las tierras de Pan Do, en la isla de Orinoco en el imperio de Smidur.
  • Caramba niño, que bien sabes donde estas. Y dime niño, serias capaz de hacernos un favor, te recompensaremos.
  • Haz bien sin mirar a quien, dicen en el templo, si señor si esta en mi poder ayudarlos los ayudare.
  • Mira, debes guardar un tesoro, es algo como un secreto, pero que solamente lo llevaras pero no lo conocerás.
  • No comprendo señor como podre guardar un secreto si no lo conozco.
  • Es que ese secreto lo guardaremos dentro de ti.
  • Tengo miedo.- Dijo asustándose Qwon.- Mejor busquen a alguien mas
  • No hay nadie más cerca y debemos hacerlo, no te preocupes, no recordaras nada.

Entonces el pequeño Qwon nota que no podía moverse, estaba estático. Ashtar y sus compañeros sacaron de su barco una tabla de metal que flotaba, me pusieron en ella y me llevaron dentro, lo siguiente que recuerdo es que era de noche y estaba acostado apoyado en un árbol. Supongo que el regalo que me dieron fue la mayor comprensión que comencé a tener sobre todo pero a coste de levantarme a la noche gritando entre horribles pesadillas. El tiempo me hizo que no gritara pero aunque no las recordaba  tenía la sensación siempre de que algo muy espantoso me había pasado.

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