El Pedido
La mañana lo agarro en el camino, no tenía hambre y no desayunaría, no quería perder el tiempo, bueno, masticar algo de pan duro no le vendría mal a nadie. Vida mía, que fue de ti, un día salí de aventuras buscando una palabra para entregar como pago de mis estudios y encontré dos que laceraban mis entrañas. Es sabido que a lo etéreo no se pude golpear ni siquiera combatir, así que debía poner esa palabra en tinta y en papel, pero no utilizaría dos caracteres, sino que utilizaría uno solo para retratar todo su significado. Bella debía ser mi caligrafía y original, no había nada en mi lenguaje que pudiera retratar semejante significado así que debería ser lo más original posible. ¿Y que ganaría yo con ello? Vale, ganaría la admisión a la escuela pero a que costo, a costo, supongo del sufrimiento que sentía y la enfermedad que le causaba.
La verdad era que si, valía la pena aunque….pena era justamente lo que me causaba. Ser admitido se había vuelto mi todo, mi objetivo, mi todo. ¿Vivida? Sí, mi vida debía ser vivida y solo por mí, nadie más, nadie podía luchar mis combates, nadie podría poner el hombro para mis cargas, nadie pondría su carne para recibir los golpes ni nadie gozaría por mí los placeres que esta me diera.
En esta cavilaciones estaba, caminando lento, pausado, y masticando comida rancia cuando vi que en un gran caballo llego aquel que quisiera robarme una vez, lo vi llegar, pero sin ánimos de combate, pero de igual manera apreté mi bastón. Si, podría decir que me sorprendi bastante cuando este arrodillo y me rindió pleitesía diciendo.
- Maestro, quiero que me enseñes a luchar. ¿Podrías hacerlo?
- Podría intentarlo, pero tu no podría aprender, lo que yo se hacer solo se logra aprender si se te es enseñado desde la cuna, y tú ya tienes tu alma forjada con acero.
- Pero maestro enséñame, lo daré todo por ello.
- No insistas, no te enseñare, pero lo que te daré es la posibilidad de regalarle a un retoño la posibilidad de aprender, elige y ve a mi pueblo, se llama Pan Do, está en el lado norte, más al este de Orinoco.
Lo hice levantar, me persigne y seguí mi camino, algo me decía que sabría de el de nuevo.