El paso del tiempo
Luego de comer redacte los papeles que delimitaban mi reino más el pedido de reconocimiento de la casa que hiciera construir en la fortaleza, la taberna y la mastaba, esta última construida con mi propia energía. De todo se encargaría aquella elfa la cual yo creara, además ella iría a vivir a aquella casa que ahora oficiaría de embajada.
Pasaron los días y cuando al tener los límites de mi territorio dibujados en un mapa decidí delimitarlos con grandes murallas. Esta construcción nos dividiría del resto evitando así invasiones o incursiones indeseadas, pero necesitaba muchos trabajadores fuertes. Con esta nueva necesidad cree una raza que llame Nugong. Estos eran altos, fuertes, grandes constructores y recios alquimistas. Lo Nugong, eran como elfos, pero con orejas de gato, de una piel ligeramente rojiza oscura y dos colas de zorros. Eran lampiños excepto en sus colas y en su espalda que estaba cubierto por un suave pelaje color rojizo. Su complexidad es morruda pero podía variar en todo tipo, eran muy inteligentes, así los construí. Estas almas libres, lo cual me hizo hacer un trato con ellos, eran vasallos, pero pagos y bien tratados. Uno de ellos, su líder, me pidió un pueblo propio, y se lo di, era más adentro en la montaña. En este escarpado lugar ellos gobiernan a su antojo, pero siempre sumidos a las leyes de Xiǎo Xióngmāo.
Xiǎo Xióngmāo era la capital, mi ciudad, con este nombre en mi honor, ya que en mi idioma significa Panda Rojo, y esta es mi raza.
Mi maestro en su torre tenía un portal que comunicaba a otra torre en mis tierras asi a se ahorraba mucho tiempo cuando venía a darme sus lecciones. Este seguía enseñándome las artes de los magos hasta aquel día que me senté como siempre lo hacía en el escritorio para una nueva lección y me dijo.
- Ya no hay más, te he enseñado todo lo que se.
No me lo podía creer, insistí y el insistió repitiendo lo mismo, lo había ya aprendido todo o al menos todo lo que el sabía, solo me quedaba la investigación, también dijo.
- Ya estas tierras no tienen nada que enseñarte, deberías volver a tu mundo para seguir con tu aprendizaje cuando Ariel se haga fuerte.
- Lo se maestro, los sé.
El echo era que cuando entre a mi mundo se equilibrarían con los que tenía cuando llegue aqui, ósea, mi ki sería muy bajo casi tanto como mi mana. ¿Y cuál era el peligro de esto? Es que mi vuelta seria en el mismo lugar que me viera partir y los hombres de negro estaban al tiro y buscaban a Ariel para matarlo y a mí para ajusticiarme. Con todas estas cosas en mi contra decidí que en el momento que Ariel domine férreamente el manejo del Ki podría volver, ya que el al entrar tenía casi todo mi ki.
Con el pasar del tiempo mi hijo se convirtió en mi príncipe mandando más el que yo ya que estaba abocado a hacerme más fuerte y a profundizar mis conocimientos. Mi casa se había convertido en una gran ciudad con sus propios portales a varias bolsas, incluida la de los lobos.
El tiempo nos hizo notar algo y era que yo no crecía. Según decían por alimentarme del durazno, pero también a Ariel lo hacia y el si crecía fuerte, realmente alto y gallardo, yo seguía estancado en mis veintitrés años, ya más que padre parecía hermano.
Había colgado mis botas de aventuras y comenzó el tiempo de las aventuras de Ariel, que corría fuerte llevando la justicia y la paz allá por donde fuera. Todo fue idílico durante muchos años hasta el día que me desperté alarmado, había tenido un Déjà Vu.