El Observador
Mi trabajo mas duro era bien temprano, antes del amanecer y después del anochecer ya que no era el único en la taberna, había mozas, pero esas horas eran considerado peligroso para ellas.
Luego de cumplir mis trabajos decidí salir al descampado a ver si había algunas hierbas en un descampado cercano, y si, había algunas que reconocía, otras que no, no decidí arriesgarme.
Estaba juntando estas cosas para mi cocina cuando escuche un fuerte zumbido, algo como si pesadas abejas hubieran decidido darme un coro. Sin entender de donde venía observe que las hierbas se movían como si hubiera bajísimas criaturas en el suelo, rápido me apronte a donde estas estaban y lo que me encontré fue una criatura que estaba compuesta por dos pelotas de metal, al parecer algo blandas plateadas y con ligeros brillos multicolores que se movían rodando una sobre otra sin separarse, como si de un ocho se tratara, eran dieciséis pres y yo en aquel lugar. Estas criaturas parecían ignórame y adentrarse en una arboleda la cual seguí a una prudente distancia. Algunas se me perdieron de vista pero las que vi hicieron algo fantástico, comenzaron a desparramarse como si fueran una maza de pan muy unida pero algo liquida fundiéndose asi las dos bolas que componían esta criatura. Luego de parecer una galleta de jengibre formaron a seis bueyes machos y cinco bueyes hembra, se pararon y se dirigieron al camino que por allí había y de allí al poblado. Cuando me acerque a la cuna de su transformación vi que las hierbas no estaban quebradas, ni quemadas sino que delicadamente dobladas dejando las huellas de estas criaturas, que por algo no podía recordar sus pies ni sus rostros, anqué si sé que los tenían. Mientras estaba agachado observando esto sentí cerca mío que algo se me acercaba y me puse en guardia rápido pero no deje ver mi alerta y mire para encontrar a una nueva criatura muy rara como no había visto hasta entonces.
La criatura era alta, peluda de un largo pelo negro amarronado y sus extremidades no parecía tener ni codos ni rodillas y su cabeza sin cuello era redonda, sin orejas, ni cuerno ni ocico, solo dos brillantes ojos rojos, si esto no bastara para que me resultara extraña además tenia alas que en ese momento estaban relajadas sobre su espalda pero que a una simple observación parecían varias veces su altura, me hablo y dijo.
- ¿Adónde se fueron los niños?
Yo supuse que los niños eran esas criaturas así que respondí.
- Al poblado.
- ¿Estaban apurados?
- No, parecían muy tranquilos.
La criatura me hablaba pero no con palabras, sino con significados directamente a mi mente, luego de esto dio un salto, o más bien se elevó hacia el cielo y despareció de mi vista.
Decidí no contar nada, no quería llamar la atención como el loco del lugar.